El estupendo bailarín de ballet dejó los escenarios por el cine, la televisión y el teatro comercial. Después de la gloria junto a Julio Bocca, asegura que se cansó de ganar miseria y decidió cambiar de rumbo. Hoy es galán en la novela Herencia de amor.
Por Analía Melgar
EXTRAÑAR. Hernán Piquín sueña con volver al ballet. Dice que en Facebook lo critican mucho...Y llegó el día en que Hernán Piquín dijo basta. Después de una brillante carrera como bailarín clásico en Argentina, Estados Unidos y Europa, su gloria y su cachet parecían decaer, con el Teatro Colón cerrado y el Ballet Argentino de Julio Bocca endurecido con las condiciones laborales. Dejó las zapatillas, las mallas y el entrenamiento diario, se encomendó a la buena suerte –que lo ilumina desde los 4 años en que le declaró a su madre que quería ser bailarín y no paró hasta lograrlo– y comenzaron a llegarle propuestas. A todo le dice que sí: película con Leonardo Favio, revista con Florencia de la V, participaciones con Tinelli, telenovela de las cuatro de la tarde, y ahora, temporada verano 2010 en Carlos Paz con Valeria Lynch, el Negro Lavié, Jessica Cirio, el Bicho Gómez y Campi. Para el año que viene, hará cuatro películas y dos musicales. Y en un futuro no muy lejano amenaza con sacar un disco de canciones románticas italianas.
Muchacho de barrio, amable, sincero, Piquín no deja de repetir: “Estoy muy feliz por lo que estoy haciendo” y “extraño bailar”. En esa contradicción, salvada por la prosperidad económica, anda su cuerpo escultórico que supo desplegar saltos monumentales haciendo Diana y Acteón, y que ahora se entrega a besos con Luisina Brando, en Herencia de amor, por Telefé.
—¿Qué te dicen tus seguidores del mundo de la danza?
—El Facebook me mata, porque la gente dice: “Qué lindo, qué actor, qué linda la novela pero, por favor, volvé al escenario, no dejes de bailar…”. Y la verdad es que yo extraño bailar… Extraño muchísimo bailar. Pero el ballet está en un momento muy difícil en la Argentina. El Colón está cerrado. Y el Ballet Argentino, si bien hace giras, está muy difícil. Los jóvenes bailarines de este país se están yendo porque acá no ven posibilidades. Ojalá el ballet vuelva a tener el glamour de las épocas doradas en que se llenaba el Teatro Colón con la gente de pie aplaudiendo… Y en el Ballet Argentino, cuando Julio estaba, había viajes, giras, 180 funciones anuales. Cuando él se retiró, todo quedó en stand by, sin pena ni gloria.
—¿Por eso te fuiste?
—Tuve que dejar el Ballet Argentino no por razones artísticas, sino por un tema económico. No me cerraban los números que me proponían. Decidí virar: no cerrar el telón sino hacer un cambio. Tengo mucha suerte, sin buscar nada. Rechacé una temporada con Lino Patalano en el Maipo porque me ofrecía $ 500 por función, y a los tres días me estaba llamando Sofovich. Después, cuando se terminaba La fiesta está en el Tabarís, al día siguiente, me llamó Quique Estevanez para su nueva telenovela. Es cierto que muchos, cuando pasé del Ballet Argentino a la revista con Florencia de la V, dijeron: “¡La puta, qué lástima!”. Pero cuando vieron el arte que hacíamos con Flor, me felicitaron y me dijeron: “Me alegro muchísimo por lo que estás haciendo, porque nosotros no estamos haciendo ni la mitad que ustedes”.
—¿Cómo se comparan tu vida económica como bailarín y tu vida económica en televisión?
—Mi vida económica como bailarín era buena pero a partir de 2008, en vez de subir, bajó. Entonces, dije: “A ver, soy un primer bailarín, reconocido internacionalmente, ¿y no soy propietario ni de un monoambiente?”. No puede ser. Cuando vi que los que estaban a mi lado tenían siete departamentos, casas quinta y camionetas último modelo, dije: “Mierda, ¿y yo, cuándo?”. Hoy acabo de comprarme mi primer departamento, un dos ambientes en Pilar. Así, al menos, pude empezar, con mi primera casa.
—¿Traicionaste a la danza o la danza te traicionó?
—Yo no traicioné a la danza ni la danza me traicionó a mí. Sí siento que me han traicionado seres humanos. Yo no dejé la danza porque quise. A mí me hicieron dejar, a mí me hicieron renunciar. Yo no quería, pero no me quedaba otra. La gente al teatro iba igual, las funciones se vendían igual, pero la plata que a mí me daban no era igual. Eso fue lo que pasó. Pero estoy totalmente abierto: llámenme, llámenme para bailar… (se ríe). Eso sí: ahora hay cosas con las que Hernán Piquín ya no transa.El dolor por el Colon
Sobre la diferencia entre ser intérprete de ballet o integrarse a un producto como las telelenovelas, Piquín salva el abismo: “Toda la gente debe tener acceso al arte. El arte puede también estar en una novela, donde los autores, directores y actores, desde el escenógrafo que te pone la plantita para que estés con algo verde atrás, todos tratan de que sea arte. Las escenas con Luisina Brando las hago semejantes al ballet, como cuando yo hacía Romeo y Julieta, totalmente románticas, artísticas. ¿Quizás es otra forma de ver el arte? Puede ser. Un cuadro de Dalí y un cuadro de Picasso son distintos pero los dos son pinturas. El público tiene que disfrutar: sea ballet, telenovelas, películas. El arte puede estar en todos lados, en una margarita como en una orquídea”.
Sin embargo, a pesar de que “el arte puede estar en todos lados”, la posibilidad de volver a bailar en un escenario prestigioso mantiene alerta a Piquín: “Si, por ejemplo, me convocara el Ballet del Teatro Colón para bailar en la reapertura, para mí sería muy importante: yo nací en el teatro. No estar hoy ni en el Colón ni en el Ballet Argentino es un gran dolor para mí, que lo tapan otras cosas: lo tapa la televisión, las películas, los musicales… Muchas cosas tapan esta falta de Hernán en el escenario, pero uno tiene que aceptar lo que le toca vivir. Yo lo acepto con felicidad y alegría, porque es trabajo. Lo que no vivo con felicidad es que me hayan obligado a dejar el ballet. Eso lo vivo con muchísima pena y con muchísima tristeza”...
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